domingo, 13 de junio de 2010

Amin Maalouf, la literatura como puente

Premio El Príncipe de Asturias de las Letras

Amin Maalouf, la literatura como puente

10.06.10 - 00:12 - CÉSAR COCA
«Su literatura abre un espacio a la convivencia y a la tolerancia», dice el jurado del Premio.El Príncipe de Asturias de las Letras galardona a un autor que reclama la comprensión entre culturas vecinas.

Amin Maalouf nació en Beirut en febrero de 1949 y siendo un bebé se fue con sus padres a vivir a Egipto. Apenas tenía tres años cuando la revolución triunfó en El Cairo, las propiedades de su familia fueron nacionalizadas y todos emprendieron el camino de regreso a Líbano. En 1976, cuando estalló la guerra civil en su país, Maalouf marchó de nuevo al exilio, esta vez hacia París. Sin haber cumplido los 30 años, era un experto en desgarros vitales, políticos y culturales. A nadie debe extrañar que su literatura esté teñida por el afán de explicar que la convivencia entre culturas es posible e imprescindible. Y que el pasado ha marcado a fuego el presente. Ayer, los miembros del jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Letras, que ha estado presidido por Víctor García de la Concha, reiteraban el valor de un «pensamiento que abre un espacio a la convivencia y la tolerancia», junto a una obra de ficción de «calidad extraordinaria». El autor de 'León el africano' se impuso en las últimas votaciones a Ana María Matute y al poeta chileno Nicanor Parra.

Maalouf nació en el seno de una familia acomodada y tuvo la mejor educación. Su padre era un periodista que fundó un par de diarios en el próspero Líbano de mitad del siglo XX, cuando durante un tiempo feliz su país fue la Suiza de Oriente Próximo. Junto a su carácter de hombre de empresa, su progenitor cultivaba una faceta artística muy notable, que le hizo ser reconocido en ambientes culturales como un importante pintor y poeta. Además, en su hogar el islamismo se vivía con intensidad pero sin radicalismos.

En la Universidad francesa de Beirut estudió Economía y Sociología, una formación muy útil para la crítica del mundo actual que realiza en libros y periódicos desde hace décadas. Porque al final se inclinaría por el periodismo como actividad principal, una vez que hubo de abandonar su país, ensangrentado por una guerra civil que de forma larvada se ha prolongado hasta hoy. En París trabajó como redactor jefe de 'Jeune Afrique' y pronto publicó su primer libro: 'Las cruzadas vistas por los árabes', una verdadera declaración de intenciones, porque contaba un episodio histórico muy conocido, pero dando voz a la otra parte. A partir de ahí, toda su literatura ha sido una exploración de la historia, las religiones, las culturas y las identidades. Así sucedió con 'León el Africano', su novela más conocida en España. En ella, el protagonista, que ha nacido en la Granada nazarí poco antes de su caída en manos cristianas, vive una gran aventura en la que entran en juego los dos mundos que se disputan el dominio del Mediterráneo.

Significado histórico

Los personajes de profundo significado histórico pueblan la mayor parte de sus títulos. En 'Samarcanda', se trata del poeta Omar Khayyam, el autor de 'Rubaiyat', que estará acompañado del creador de la Secta de los Asesinos. En 'Los jardines de luz', en fin, presenta a un hombre nacido en las orillas del Tigris y bautizado con el nombre de Mani, que fundará una doctrina capaz de aunar las tres grandes religiones con una visión tan humana que terminará siendo perseguido por todos los imperios de aquel tiempo. No es su novela más conocida, al menos en España, pero quizá sea la más ambiciosa en el sentido de que tras la historia narrada hay un verdadero planteamiento político, ético y religioso, que ha sido desarrollado de manera más argumentativa en sus ensayos y textos periodísticos.

En ellos, Maalouf huye del maniqueísmo. Porque si bien critica el lugar preponderante que tiene la religión en los países musulmanes y se muestra contrario a que las grandes líneas divisorias entre países y ámbitos políticos sean las identitarias, su actitud tampoco es complaciente con el mundo occidental. «Ha perdido una parte importante de su credibilidad moral, sobre todo para la población de los países árabes. El problema es que nadie la tiene».

Por eso, no cesa de reclamar primero un acuerdo que siente las bases para la paz en Oriente Próximo, y luego una actitud distinta de Occidente respecto de los países árabes. «No respeta la dignidad de las personas, el derecho a que otra gente viva de manera decente; le da igual su libertad y su educación. Occidente no respeta sus propios valores», ha denunciado.

Para Maalouf, el único futuro en paz posible -para el que sólo existe una oportunidad de unos pocos años más- se establecerá sobre la comprensión entre diferentes. Y ahí los intelectuales tienen que jugar un papel importante. «Deben tender puentes entre esas culturas», ha dicho. Lo ha puesto por escrito en sus ensayos, sobre todo el último ('El desajuste del mundo: cuando nuestras civilizaciones se agotan'), y lo ha sugerido en la peripecia de sus personajes, lo mismo Jaufré Rudel, el príncipe francés del siglo XII que persigue el amor de una mujer de Trípoli, que Ossyane Ketabdar, que vivirá las contradicciones que arrasaron el mundo a mediados del XX.

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